(Por Javier Errea) ¿Te imaginas un artículo editorial sin palabras? ¿Y una crónica política en forma de cómic? ¿Se podría informar de una junta de accionistas de un banco empleando tan sólo preguntas y respuestas, y una ficha al margen con puntuaciones a modo de recomendaciones cinematográficas?
Si eres de los que se llevan las manos a la cabeza porque consideras que este tipo de periodismo no es serio ni confiable, este texto-propuesta no te va a interesar nada. Siento decirte que, seguramente, estás contribuyendo además a acelerar el final de los periódicos. Si tienes alguna duda, al menos, dame una oportunidad. Y si te intriga este reto —porque, en el fondo, de eso se trata—, ayúdame a propagarlo.
Vivimos tiempos atribulados en el periodismo. Mejor dicho, en la prensa, en los medios impresos. Se tienen pocas certezas y mucho miedo. Lo malo es que, ante semejante panorama, las medidas que las empresas informativas se siguen empeñando en tomar son sólo defensivas: por ejemplo, convergencia con la boca pequeña para disimular el habitual recorte de gastos o menús informativos absolutamente previsibles.
Nunca me ha gustado pontificar. Hay que estar en la sala de máquinas para saber qué es eso de armar un diario cada día. Es fácil hablar. Lo difícil es… Pero sí estoy convencido de que el rumbo que sigue nuestra nave conduce directamente al iceberg del Titanic periodístico.
¿Qué hacer? ¡Ay, quién tuviera una bola de cristal! Pero coincideréis conmigo en que en las redacciones, al menos en las redacciones de los medios off line, hay poca autocrítica y bastante autocomplacencia: somos —piensan, pensamos— depositarios del periodismo de calidad, y ese nunca podrá hundirse. Cuando en congresos y foros y libros e informes se aborda la inminente muerte de los periódicos, con fecha y todo, en las redacciones apenas suena voz de alarma ninguna. Eso es cosa de los que ponen la pasta, de los empresarios, del director a lo sumo: ellos sabrán. ¿Exagero mucho si digo que éste es comentario común de Los Ángeles a Vladivostok?
Poca reflexión periodística he escuchado yo en las redacciones, y bien que lo siento. Casi siempre la culpa es de otros, del ambiente, como si la resignación se hubiera apoderado de todos, en el mejor de los casos. Porque, insisto, yo diría que más que resignación ante el choque con el iceberg lo que reina es una endémica inconsciencia. Estamos adormecidos. Más allá de algunos tópicos manidos desde hace años, ¿me podríais decir alguna receta periodística, algo, que haya surgido de abajo arriba?
Pues bien, y sin ánimo de parecer presuntuoso, sólo una respuesta desde abajo, una respuesta periodística, llena de coraje, puede salvar hoy los diarios impresos y hacerlos valiosos, necesarios, ¿por qué no?, divertidos. Y esa respuesta, en mi opinión, la está ofreciendo desde hace años la infografía.
Atención a la tesis: sólo la infografía salvará los periódicos.
¿Por qué digo esto? Pues porque la infografía ofrece todas las herramientas para acabar con la fórmula clásica de hacer periodismo: Información=Título+Texto+Foto. Esta fórmula sirvió durante muchos años. Ha sido como un mecanismo de seguridad para periodistas de todo pelaje y condición. Nuestro el libro de ruta. Que, sin embargo, ha acabado por uniformizar la manera de contar la realidad, sometiéndola a los estrechos márgenes de la narrativa textual.
¿Tú crees que es posible contar de la misma forma una guerra y un partido de fútbol? ¿No piensas que el tono con el que hay que aproximarse a ambas realidades es radicalmente distinto, y que ese ser distinto no puede limitarse a la narración con palabras?
En el mundo actual, con la sociedad actual y todo lo que la rodea, pensar en este periodismo unívoco y corto de miras es condenar a los diarios impresos al iceberg. Los lectores huyen porque no contamos las historias que demandan… pero también porque no las contamos como las demandan. El problema no es sólo el qué, como se ha venido diciendo, sino también, y al mismo nivel, el cómo.
Claro que para que la infografía pueda contaminar la narrativa periodística y ampliar sus horizontes casi ilimitadamente hay que aceptar que la ortodoxia no existe. Desde la experiencia de varias ediciones de los Premios Malofiej de Infografía, pienso en el concepto estrecho que se ha manejado del género: cualquier atisbo de decoración gratuita se ha criticado duramente por no atenerse a las reglas de los clásicos. He escuchado muchas veces la frase mágica: “Eso no es infografía”. Era como mentar la bicha. Quien la pronunciaba se imbuía de una autoridad emanada del cielo infográfico, y desde esa autoridad se desacreditaban muchos trabajos de colegas. Me incluyo, ¿eh?
Viene sucediendo, en cambio, de un tiempo a esta parte, que los distintos jurados de los Malofiej comienzan a reconocer valores infográficos y —más importante— comunicativos a trabajos antes denostados. ¿Resultado? Repasad algunas de las más recientes medallas de oro y veréis. Hasta hace bien poco era impensable que gráficos como los que presentan las revistas de la brasileña Editora Abril (Mundio Estranho, Saúde, Superinteresante…) ganaran ningún premio. Hoy arrasan. Ya no sólo es la línea sobria y ortodoxa de The New York Times la única válida, ni mucho menos. Hay otras igualmente válidas. Esto no quiere decir que el gran diario norteamericano esté equivocado; al contrario. Simplemente, significa que hay muchas vías y que el mestizaje y el eclecticismo que caracterizan nuestro mundo han acabado por impregnar también a la infografía. Imaginad si esto es así que hasta el propio The New York Times viene experimentando de un tiempo a esta parte con —entre otros— los llamados op&ed charts… Internamente, no las tienen todas consigo: sé positivamente que dentro de la sección de infografía del Times hay diferencia de criterios. El futuro, sin embargo, es ecléctico. Nos guste o no.
Estudios científicos como el desarrollado por la Universidad de Lund (Suecia), presentado en una edición reciente de los Malofiej, demuestran que la infografía es el género que por más tiempo atrapa a un lector en la página. Por su naturaleza y por sus características, los gráficos atraen la curiosidad de los lectores, que entienden bien ese lenguaje fragmentado y tremendamente visual. ¿Por qué no aplicar entonces el mestizaje de esta nueva era de la infografía a la forma de contar las noticias?
Algunos diarios son hoy conocidos por haber rotos esquemas. Liberation, en Francia, primero, más tarde Correio Braziliense en Brasil o The Independent en el Reino Unido… decidieron un día poner patas arriba fundamentalmente sus portadas y emplear nuevos lenguajes con fuerte carga intencional o editorializante. Cifras, frases, fotos, gráficos, tablas, diagramas, cómic… Cualquier herramienta era válida. Sin embargo, pocos y en pocas ocasiones han dejado que este tsunami narrativo invadiera las páginas interiores. Ese es el gran reto. Y no una vez, ni en momentos especiales: siempre.
En fin, lo malo es que eso supone para las empresas informativas apostar sin miramientos por la calidad: frente a recortes y pasantes, plantillas con más experiencia, más nutridas y más cualificadas. ¡Algún truco tenía que tener la receta!