Malofiej, según Peltzer
(Por Gonzalo Peltzer) Alejandro Malofiej tenía todas las virtudes y los vicios de los viejos periodistas. Pero no escribía: dibujaba. Era un estratega y un profundo conocedor de la cartografía. Aunque había viajado poco, sabía de países, pueblos, razas, religiones y culturas.
Conocía el clima en cada momento del año en cada lugar del planeta. Sabía que las distintas tácticas militares dependían de las lluvias, de los vientos, de las horas de luz o de la oscuridad. Sabía de mareas y de lunas. De monzones. De ramadanes, de pascuas griegas y de la fiesta del Janucá.
Cualquier factor podía intervenir en los movimientos de los vietcongs a través de las montañas de Camboya, en una formación de tanques en la guerra entre Irán e Irak, o en las operaciones de la task-force británica en la guerra de las Malvinas. Buscaba las soluciones caminando de un lado para otro, como un león enjaulado, o como un general en su estado mayor.
Miraba el mapa una y otra vez y volvía a dar vueltas contrariado, concentrado en el problema que debía resolver, ayudado por buenas bocanadas de su pipa con tabaco de aroma balcánico.