Una fotografía de Allende que busca dueño
(Fotografía de Chiruco Bravo)
Hoy, el diario español El País reproduce una fotografía del golpe de estado del 11 de septiembre contra el presidente Salvador Allende. En la fotografía, cuyo epígrafe aparece AP, aparece Allende con un casco. La nota que aparece en el diario español habla que la fiscal Beatriz Pedrais, de la Corte de Apelaciones de Santiago, "ha presentado 726 querellas por las víctimas de violaciones de derechos humanos ocurridas entre 1973 y 1990, entre las que se encuentra el caso del ex mandatario". Este acto de Justicia que viene a llegar casi a cuarenta años de ocurrido el hecho, merece extenderse al autor de semejante instantánea, todavía olvidado.
En noviembre de 2005, escribimos sobre Fibra, una revista chilena que recordaba esa jornada y que editaba la Fundación Telefónica de Chile. Allí se reproducían las seis fotos que iluminan uno de los momentos más sombríos de la historia de los pueblos: el golpe militar de Pinochet.
El 11 de septiembre de 1973, Chiruco Bravo se había quedado dormido. Mientras que todos sus colegas permanecían escondidos en uno de los subterráneos de la Plaza de la Constitución, él se convertía en único testigo del despliegue de fuerzas militares alrededor del Palacio de La Moneda.
Como otros civiles, el fotógrafo avanzaba con dificultad, usando los autos como protección de la locura militar. Bravo tendría más suerte que el camarógrafo argentino Leonardo Henrichsen, que también recordamos aquí.
Una de las fotos que aparecen en la revista se ha convertido en verdadero ícono del derrocamiento del presidente Allende, para el mundo.
Cuando se le concedió el premio internacional de la World Press Photo, a la de Allende con casco del principio, se armó una polémica sobre su autoría. Todavía hoy, en los archivos de uno de los principales premios al fotoperiodismo se sostiene que la foto es anónima y se aumenta la apuesta al sostener que la misma no pertenece al golpe sino que era parte de la resistencia al tanquetazo ocurrido meses antes (cuando mataron a Henrichsen).
Chiruco Bravo murió en 1993. Todavía, su hijo Christian trata de recuperar del olvido este testimonio visual. Ese día de septiembre, un grupo de soldados detuvieron a Chiruco, para requisar su cámara y borrar lo que el mundo merecía ver. Por suerte, el artesano de la luz había escondido los rollos.
(El corresponsal norteamericano Marvine Howe, del diario The New York Times, sostuvo en su momento que el autor ocultó su identidad por seguridad personal)