Lo Mejor del 2010: Dos museos en Trujillo: Angelmira, los juguetes y el arte moderno
Hace unas semanas, la Universidad Científica del Sur me envió a Trujillo –ciudad norteña a unos 500 km. de Lima- en donde nuestro reconocido pintor peruano, Gerardo Chávez, ha creado dos museos. Uno, el museo de juguete y otro, el museo de arte moderno.
El museo de juguete –que va a cumplir diez años– es parte de un proyecto integral: Angelmira. Así, en una casona antigua de la ciudad el pintor construyó en el primer piso un café bar, una librería y una galería de arte, y en el segundo piso puso el museo de juguete. De ellos, actualmente solo están habilitados el café bar y el museo, los otros tuvieron que cerrar pues no encontraron un mercado atractivo que les permitiera mantenerse.
En el museo de juguete se puede apreciar diversos juguetes mundiales construidos artesanalmente hasta los años setenta. La idea de este tipo de museo es la de recopilar el ingenio, creatividad, tecnología aparecidos antes de que el mercado se industrializara completamente. Chávez tiene una colección de más de mil juguetes, comprados, donados o prestados y los ha distribuido en el museo como pequeñas instalaciones. El lugar es muy acogedor, con pisos de madera, pequeños balcones laterales y techo con tragaluces, las paredes tienen papel tapiz que simulan los dormitorios de niños a la antigua usanza.
Pasear por el museo de juguete es ingresar al mundo de ensueño, ese en donde lo más importante es tener “el juguete” que nos permita ir /estar /ser quien quisiéramos. Lo más interesante de este paseo no sólo es descubrir las técnicas artesanales de producción, pues hay juguetes de diversos materiales: madera, latón, porcelana, plomo, entre otros, sino también re-conocer la forma de vida, los tiempos, los espacios, las habilidades que se formaban en los individuos de cada época. Todo nos ayuda a reconstruir la infancia de los otros o a recordar la nuestra.
El otro museo es el de arte moderno, ubicado a diez minutos del centro, camino a Laredo. Este museo tiene la marca del pintor Chávez pues en él no solo se muestran sus obras, la de su hermano mayor, ángel, y la de otros artistas nacionales y extranjeros sino porque el lugar es imponente –como las obras del pintor–. Tiene una construcción moderna, con amplias paredes, techos altos y grandes ventanales, está pintado en blanco para no interferir con ninguna obra. Está distribuido en salas: dibujos, pintores nacionales, pintores latinoamericanos, Gerardo Chávez y Ángel Chávez, en cada espacio además de las pinturas se aprecian algunas esculturas y en uno de los descansos, frente al amplio jardín se halla un minotauro de tres metros de altura hecho en metal, es el guardián del museo y el elemento visual que lo identifica.
Para disfrutar de este museo hay que conocer de lenguaje visual, hay que tener referencias de autores, de épocas, de tendencias artísticas, pero sobre todo hay que tener una particular sensibilidad. El tiempo transcurre libremente porque estamos en provincia y el ritmo de vida es otro, además porque somos turistas. El placer de mirar se potencia porque en el Perú a nadie se le había ocurrido crear algo así, porque es diferente ver una obra impresa que en su tamaño real, porque nos da orgullo saber que el autor de todo esto es un peruano, porque nos permite creer que se pueden tener sueños y mejor aún, que se pueden hacer realidad.
De este modo, ir a Trujillo no solo será un viaje arqueológico para conocer los vestigios de las culturas Mochica y Chimú o ver la arquitectura colonial, no sólo será un viaje que nos deja disfrutar del festival de la marinera –en febrero– o del de la primavera –en septiembre– o que nos permite disfrutar de la maravillosa gastronomía norteña o que nos acerca al mercado peletero, hoy ir a Trujillo también nos permitirá ver arte, moderno, actual, contemporáneo, ese que nos hace querer volver a jugar o que nos deja mucho espacio para disfrutar y soñar.