Lo Mejor del 2010: Cuestión de etiqueta
Me acuerdo como si fuera hoy. Mi vieja me llevó hasta la fábrica Annan, porque abajo del gran edificio vendían (más barata!), la ropa que fabricaban. Me compró mi primer vaquero (1). Tenía 8 años.
Probarme el pantaloncito lleno de tachas fue una verdadera premonición. Tuve que luchar un buen rato para ponermelo porque la etiqueta, un cacho de cartón gigante que metía su lengua en el bolsillo trasero derecho, molestaba mucho. Encima, por consejo del vendedor, no se podía doblar ni romper porque jugaba de orgullosa garantía del producto que, luego de hacer famosa a la familia Annan, había logrado que Pergamino estuviera al tope de toda transmisión deportiva con aquello de “Annan de Pergamino” (2) que inundaba las radios.
Pasaron los años (no muchos) y, por haber escrito algunas poesías mas o menos leíbles, un viejo periodista me llevó a la redacción de La Opinión (3) a los 16. Pasé de frustado estudiante (vago) a ser el más jóven de los escribas. Aprendí rápido, pero seguí un tiempo muy atado a lo poético: a cualquier cosa (policial, deportiva o de interés general) le ponía ritmo, cadencia, versito... Quedaba lindo. Gustaba. Inclusive siempre titulé muy loco. Muy loco para la época, se entiende.
Enseguida me salió de adentro lo poco que me había quedado de aquellas profesoras de dibujo a las que mi vieja me mandaba para estar tranquila en las horas de su trabajo (maestra de grado).
Empecé a diagramar páginas en La Opinión. Títulos verticales, grisados que no se usaban, recuadros inverosímiles, columnas falsas. Ese promiscuo diseño ya me gustaba tanto como escribir.
Tres años despues, uno de los compañeros del diario arma una imprenta para hacer un quincenario que antes se hacía en los talleres Alemann en Capital. Eran épocas de las Cabrenta y las Rotaprint, que abrieron las puertas al sistema offset en el interior del país. Me metí de cabeza. Seguía en el diario pero en la pequeña imprenta estaba muy a gusto. Un día llegó un confeccionista de ropa de trabajo y casi nos obligó a imprimirle una etiqueta. Se la hice y nos jugamos. Quedó bien. Cuadradita, simple, pero bien. No tardaron en enterarse otros talleres de ropa y nos inundaron las propuestas. Ahí comienza otra historia.
Los hermanos Adba (4), que tenían un pequeño taller de confección, se habían lanzado con el jean: habían tomado la licencia de Kansas, marca de Fábrica Argentina de Alpagatas, y tenían que producir en otro nivel. Por ende, rediseñé etiquetas y, cuando, compraron la marca, empecé a poner mi sellito. Luego vino su unión con otros dos hermanos, que ya vivían en Wheelwright (5), y fabricaron la prestigiosa marca española Lois. Recibí las carpetas normativas de los gallegos y no paré de dibujar el famoso torito. Ya estaba en carrera.
Las españolísimas Lois sobre la mesa de dibujo. Con troqueles muy distintos.
Dos o tres años más tarde, también en sociedad, tomaron la licencia de Gloria Vanderbilt, de EEUU, apoyada en la fama de una modelo de ropa. Fue un momento esplendoroso. Tuve la suerte de que, en Induswheel, venía asomando un jovencito con mucha fuerza (Eduardo, hijo de Miguel Adba) y mucho estudio, y muchos idiomas... Por la proximidad de edades y por estar tan cerca de Wheelwright (escasos 80 km de Pergamino) me eligió para ser su diseñador. Fueron años de mucho trabajo, de mucha creación, de mucho aprendizaje. Los jeans ya llevaban etiquetas más elaboradas. Había que estar a tono con el mundo. Ya proliferaban, además de muchas etiquetas por prenda, los posters (ahora afiches...), muy necesarios como imagen de marca en los puntos de venta. El primero que hicimos fue producido en EEUU. Viajamos con Eduardo, junto al fotógrafo Ivan Belaustegui y al diseñador de ropa Rafa De Michelle. Era época de vacas gordas. Me acuerdo que la modelo, una polaca hermosa, rubía, altísima, cobró por escasas 7 horas de laburo (fuímos a Miami) algo así como 25.000 dólares. El trabajo fue excelente. Trajímos las copias en papel y yo, mesa de dibujo de por medio, traté de darle forma a los primeros afiches y, luego, a mis primeras publicaciones en Para Ti y Gente. Insisto: vacas gordas. Viajes de trabajo... y placer.
Kansas y Fus. En un momento se usaron, en el bolsillo trasero derecho de los jeans, etiquetas muy chicas, también con troqueles especiales.
Induswheel ya había comprado la licencia de la marca Fus Jeans Machine, a Gachi ferrari, aquella reconocida y hermosa jovencita de la TV. Por supuesto, empecé a hacer Fus. Se contrata publicidad casi en todas las carreras en el Ford de Juan María Traverso y había que diseñar para pintarlo. No había ploteados, que va a ver!
Con Fus hicimos varias campañas interesantes. La que recuerdo mucho, por las anécdotas, por la pequeña historia que vivímos, fue en una chacra y en un hotel de José Ignacio, pegado al mar de Punta del Este. El modelo fue Horacio Cabak, muy jóven por aquella época. Un tipo muy agradable; buen amigo y excelente profesional. De esa serie de fotos surgieron muchas etiquetas y avisos en revistas, además de los afiches que caminaron todo el país...
Despues, vino la época de Midway, una marca con mucha fama en Rosario, que todavía es de los hermanos Enrico, unos pibes fenómenos que están con fábrica en un edificio de Galicia y Juan B. Justo, de Capital. Les dibujé todo. Muy buena marca, muy jóven y loca. Tuvieron un gran éxito en Rosario. Para estos locos hice etiquetas de bolsillo trasero de hasta 25 centímetros de largo!. Eran cartelones que gustaron mucho.
Pasaron mil marcas. Vino una moda que rompíó con los esquemas que se estaban usando. Los caballitos y los vaqueros yanquis, todo ese farwest prefabricado, se cambió por una teoría mas europea. Una especie de minimalismo atacó al jeans y, pese a que se empezaron a colgar varias etiquetas en cada pantalón, los diseños fueron mucho mas lisos. Me gustaba el estilo. En sí, me gusta ese minimalismo: poner menos de todo.
Cartones muy pesados, pegados entre sí, con hilos muy gruesos, colores planos, sin muchas vueltas pero con un diseño bien pensado.
La simpática Adriana Costantini estuvo en mi estudio. Le hice etiquetas y retoqué algunas otras. Con Gloria Vanderbilt tuve un contacto muy especial: esta etiqueta aprovechó las bondades de una modelo europea que fotografiamos en Miami.
Volvímos a Estados Unidos con Gloria Vanderbilt. Ahora era Manhattan. En las tiendas de alta moda descubrímos un paisaje nuevo en decoración de locales y, por ende, mucho pack con un desarrollo distinto. En la agencia de modelos Elite, me acuerdo, nos encontramos con Pancho Dotto. Que hacen por aquí, preguntó (era muy jóven y ya estaba en carrera): Copiamos, como debe ser venimos a copiar, le dijimos todos a coro. Y era cierto. En Nueva York estaba fusionado EEUU y Europa. Nosotros grababamos ideas. Despues las argentinizabamos...
A vuelta de cada viaje era cuestión de sentarse delante de la Mac y darle con todo. Había que hacer la temporada. Generalmente, trabajo en invierno para la moda de verano y viceversa.
Cuando me quiero acordar, zas, está la otra temporada encima...
No hay límites en esto de las etiquetas (6). Antes había códigos. Ahora nada.
Con Cartujano hice muchas campañas. Inclusive, le cambié su logotipo y propuse la frase (Yesterday, blue jean. Today, Cartujano) que sigue usando...
A una prenda de alta moda le podes inventar etiquetas que antes se usaban sólo para jean. Y a las de jean, le armas una tan sofisticada que hace parecer que ese pantalón de lona azul y bien gastado está para una fiesta de casamiento. Y es así. No hay vueltas que darle.
Cuadradas, rectangulares, con stamping, redondas, muy troqueladas, con mucha forma, sólo con impresión en seco hasta algunas que van en offset y luego del estampado oro, por ejemplo, llevan una impresión en serigrafía con colores fluo o con barníz. Es hermoso y muy creativo. Con hilos de plástico, con soguitas, con goma, con lo que se te ocurra en el momento. Lo dificil es procesar todo este lío. Las imprentas se vuelven locas. Hay etiquetas que pasan 7 veces por la mano de distintos operarios. Inclusive, hay equipos que las mojan y las arrugan para darle un aspecto avejentado... Estamos relocos!
Hacer Kymo (marca sofisticada para mujeres) fue muy especial. Le hice etiquetas de tela, de plástico, de hule y, claro, de cartón...
Este trabajo, dentro de la zaga del diseño, es muy lindo, ajetreado y te hace vivir... Por ahí, me olvido que tengo sesenta. Es como una obligación, porque te piden una etiqueta para un jean de hombres atildados (que buscan marca) y saltas a tener que diseñar una para baberos de bebé o para teen agers a las que le gustan los corazoncitos y las estrellitas rosas y celestes. De ahí, estás a un paso de tener que decirle a la modelo del momento cómo pensas que se tiene que parar para no salir tan tilinga en el próximo afiche. Esto da para todo. Es inmensamente lindo. Es como si estuvieras jugando mientras ganas (algo de) plata. Lo recomiendo. Pueden quedar tan locos como yo. Pero eso, qué importa!
1. Antes se le decía vaquero al pantalón hecho en lona, azul o negra, con tachas y los bolsillos rectos; los de atrás, en placa. Despues se les empezó a llamar jeans, aunque también se les dice denim, en honor a la primera tela utilizada para hacer ropa de trabajo por Levis Strauss.
2. Algunas veces, campechanos, cuando llegabamos a Buenos Aires y decíamos que eramos de Pergamino, nos sentenciaban: Ah! Sos de Annan de Pergamino...
Practicamente, los Annan, con una fábrica muy grande, de muchos empleados, fueron los inventores del jean argentino, y padres de la Capital de la Confección, como se le sigue llamando a Pergamino.
3. La Opinión es el diario de mi ciudad. Tiene muchos años. Pero pongo esta lamada para indagar entre los que saben: cómo se le llama a un diario que no es diario porque no sale los lunes?
4. Los hermanos Adba (5 en total) son de una familia de origen sirio. Son la primera generación. Ahora les sigo dibujando... a los nietos!. Familiares de los conocidos Annan. En Pergamino hay una colectividad siria muy grande y trabajadora. Casi todos tenderos o confeccionístas que llevaron a esta industria a un lugar preponderante en el país: Nueve de cada diez argentinos usan ropa confeccionada en Pergamino, decía el slogan de la Cámara de Confeccionístas local. Teníamos 5000 obreros en la rama. Tiempo atrás no se conseguía personal doméstico. Todos sabíamos (o sabemos) algo de confección. Hoy hay más de 100 talleres, no tan grandes como los de antes, pero dan mucha mano de obra entre confección, lavaderos, bordadoras, etc.
5. Whellwright es un pueblito muy simpático de Santa Fé, a 80 km de Pergamino. Nosotros estamos al borde de Buenos Aires, separados con los santafecinos por el Arooyo del Medio. En Whellwright, Miguel y Antonio Adba, Millet, Cuevas y Necchi crearon lo que, creo, fue la fábrica más grande de Argentina. Entre su ciudad, Colón (muy cerquita) y Mercedes, San Luís, llegaron a tener más de 1500 empleados...
6. Cuando digo etiquetas, digo todo. Desde los cartones de bolsillo o los colgantes, hasta esa especie de cuerito que llevan cosidos en la cintura, de los que debo llevar diseñados un millón y medio...