Desde Barcelona, el gran Jordi Labanda
En un rato, a las 14, vamos a abrir el Living de nuevo. Otra vez será para recibir a un profesional internacional. Ya pasaron el catalán Jordi Catalá, el japonés Kohji Shiiki y el peruano Elio Leturia, el pasado miércoles. Si bien, el Dr. Alderete es argentino, su presencia la consideramos extranjera, ya que vive desde hace un tiempo en México.
A las estrellas de afuera se suma, hoy, el uruguayo-catalán Jordi Labanda. Este ilustrador editorial se ha convertido en un referente de cierto estilo estético. Su recrear los sesentas y setentas (a veces los 50) lo han catapultado a cierto mercado editorial femenino que lo han elegido como fetiche. Para presentarlo nadie mejor que una chica-fetiche como Lucrecia Leguizamón, que, entre sus logros, puede contar que fue alumna mía.
(Por Lucrecia Leguizamón) Desde mediados de los 90, Jordi Labanda nos habla de la sociedad de consumo, valiéndose de distintos soportes para su crítica social.
Publicaciones como La Vanguardia, El País, Cosmopolitan, Elle, Vogue, Wallpaper, New York Times y Corriere de la Sera; y compañías gigantescas como Mc Donald´s, Zara, Adidas, Luis Vuitton y Nissan le dan espacio con la confianza de que están tratando con el heredero del pop.
A sus casi 40 años, este niño mimado y uno de los ilustradores mas reconocidos a nivel mundial, estará con nosotros desde la Barcelona que lo vio crecer.
Inmersos en la generación que sufre ataques de pánico, que teme no alcanzar jamás los standards de éxito propuestos de forma globalizada, los jóvenes encuentran una sonrisa cómplice en las obras de Labanda. Cabría preguntarse si lo que aqueja es una extrema sensibilidad ante la belleza o más bien la certeza de saberse consumidores de un modelo fabricado para necios que equivocaron el sentido de la vida.
Como Bret Easton Ellis en Glamorama, captura personas perfectas, famosas y millonarias pero deja a nuestro cargo el trabajo de intuir esa antesala nefasta de descripciones nauseabundas donde la putrefacción nos eriza la piel.
Resulta en una paradoja impresionante el que use elementos de ese mercado para reflejarlo, que su crítica llegue de papel tapiz en productos masivos o publicaciones narcisitas.
Más aun, sorprende que penetre en ese mundo, que se siente entre los amos de la dirección global de diseño y buen gusto, con el mérito de haber logrado su plaza habiéndose formado en un país tan defensor de lo propio y tan poco entusiasta a la hora de participar en el mundo.
Jordi Labanda, un artista que seguirá encontrando recovecos para mostrarnos una cultura de videoclip, de gente con ideales lejanos a la naturaleza de un ser humano que sí va al baño.