Hacia una teoría de la infografía científica
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Nos gustó. Era una forma distinta de mostrar la ciencia. Por eso le pedimos a un periodista especializado en estos temas para que escriba sobre esa particular relación que existe entre la infografía y la ciencia dura. Él trabaja en el diario argentino Crítica.
(Por Federico Kukso) Una buena infografía es aquella que cumple a rajatabla con el "efecto shock": un estímulo indescriptible en palabras que atrapa la mirada del lector como un imán, la ciega y consigue que no se dispare hacia ningún otro lado. Como bien lo hacen en Wired con su idea de "infoporn". Sin embargo, no se acaba ahí. El objetivo de la infografía --información visualizada-- no se completa en el sólo goce estético. Para trascender --o sea, para ser recordada en la retina y para que se dispare como virus por miles de blogs y webs-- tiene que lograr combinar lo que hasta ahora corría por carriles separados: texto e imagen.
Ahí radica su toque de distinción, el oxígeno que trajo a los medios gráficos y que pocos editores y directivos comprenden y explotan. La palabra --símbolo que dominó el mundo occidental desde la invención de la escritura, aquel fenómeno que separó como bisagra para siempre prehistoria de historia-- es, por naturaleza, incompleta. Pese a poder capturar pensamientos y transmitir datos (el qué, cómo, cuándo, dónde, para qué) trastabilla a la hora exponer cabalmente la dimensión de un fenómeno.
Por ejemplo, en ciencias: toneladas de artículos, reseñas y notas varias se escribieron sobre la mal llamada "máquina de Dios", el acelerador LHC --ahora averiado--, vedette de la física de partículas que buscará llegar a donde nadie ha llegado, al corazón más íntimo de la materia en busca de una partícula esquiva llamada "bosón de Higgs".
Todos los datos estaban sobre la mesa pero faltaba algo, un verdadero estímulo visual capaz de mostrar de un plumazo la monumentalidad de este experimento, el más importante hasta la fecha, comparable con las misiones Apolo de la NASA.
Muchos lo intentaron y pocos lo consiguieron. Tal vez quién mejor lo lograron fueron los del diario Público. No sólo porque a la nota --el anuncio de su puesta en funcionamiento-- la instalaron donde debía ser instalada: en la tapa y en las primeras páginas sino porque se despacharon el 10 de septiembre de este año con un festival visual: dos páginas con información (qué es, para qué sirve, cómo funciona) y sin marear al lector, al ajeno a la ciencia y sus dilemas.
Una buena infografía es también aquella que condensa. Que permite ver el bosque de un sólo golpe. La infografía de José Antonio Peñas sobre la historia de la ciencia como si fuera una gran red de subtes muestra lo que se puede hacer con una gran idea. El resultado es esta pequeña gran obra, de esas que uno desea imprimir, hacerla poster, tirarse en la cama y mirarlas por horas, días, años.