Don Quijote de Sarhua en las Cuartas Jornadas Universitarias sobre Diseño de Información en Buenos Aires
La peruana Claudia Burga-Cisneros es editora de Diseño de Publicaciones y Multimedios del diario El Comercio de Lima y trabajó con su equipo en una traducción muy especial del popular personaje de Cervantes. Este trabajo se conocerá en las Cuartas Jornadas Universitarias sobre Diseño de Información y hoy te lo adelantamos en VisualMente.
(Por Claudia Burga-Cisneros) El proyecto de traducir la más preciada joya de las letras castellanas al idioma de los incas abrió una puerta de oro para ambientar el primer Quijote andino en las sierras del Perú. Muchas de las aventuras del Caballero de la Triste Figura transcurren en la Sierra Morena, y Bernardo Roca Rey (Director de Publicaciones & Multimedios de El Comercio) reconoció en Sarhua el lugar ideal para resucitar a los personajes de Cervantes.
Este pueblo ayacuchano posee una de las tradiciones pictóricas más ricas de los Andes conocida como “las tablas de Sarhua”. Son pinturas en madera (generalmente es una columna de la casa) que relata la historia de la familia, cuando se casan, las cosechas, los hijos, etc. Se pinta y se lee de abajo hacia arriba en niveles y las historias se separan por una especie de cenefa, que generalmente son flores, animals o íconos de la region andina.
El principal heredero de esa tradición es Primitivo Evanán Poma, un Quijote sarhuino descendiente del cronista peruano Guamán Poma de Ayala.
La magia pronto se desencadenó. Los artesanos sarhuinos escuchaban con entusiasmo las aventuras de Don Quijote y Sancho contadas por Oscar Tramontana (estudioso de la obra de Cervantes y colaborador permanente de Publicaciones), la risa siempre a flor de labios y una gran curiosidad que ardía en sus miradas. Siguiendo mis bocetos, elaboraron las ilustraciones que acompañan cada una de las 52 historias del libro.
A lo largo de diez semanas de trabajo en el taller de la Asociación de Artistas Populares de Sarhua, asentado en un apu costeño con vista a los Pantanos de Villa, reinventamos el Quijote adaptando cada aventura al entorno y costumbres de Sarhua, reproduciendo sus tradiciones para ponerle polleras a Dulcinea, poncho a Cardenio, bases de piedra a los molinos y ojotas a Maese Nicolás.
La raíz popular de la obra cervantina encontró sustento en los hombres y mujeres de Sarhua, quienes llegaron a identificarse tanto con el libro que han decidido bautizar a varios de sus hijos con los nombres de los personajes del Quijote. Así, cuando los Andes se llenen de Ginesillos, Marcelas, Palomeques y Maritornes, sabremos apreciar más a nuestros Sancho Panzas, convencidos de que nosotros también tenemos algo de Alonso Quijano, el Bueno.
El resultado una obra preciosa que puede ser leída en dos niveles, el de texto que está en quechua o visualizar las historias atraves de los dibujos. Fue presentado en la feria del libro de Guadalajara, en noviembre del 2005, en conmemoración del cuarto centenario de la célebre novela de Miguel de Cervantes Saavedra.