"Metrópoli es un producto de segunda", según Rodrigo Sánchez
(Foto de Ricardo Marqueríe/Arte: El Norbi)
Hace unas semanas te contamos que los profesores españoles Laura González Díez y Pedro Pérez Cuadrado habían editado un libro sobre los 30 Años de Diseño Periodístico en España (1976-2006). Uno de los capítulos tiene como protagonista al español Rodrigo Sánchez. Su sinceridad para contar lo que fue el origen de uno de los mejores suplementos de la prensa europea (Metrópoli) fue lo que nos decidió para publicarlo hoy en VisualMente.
(Por Rodrigo Sánchez) La historia es que cuando presentamos el proyecto, lo último que presentamos fue la portada, no gustó nada; parecía una cabecera ridícula, decían que no se veía nada, que no se leía, que era absurdo pasar de una cabecera tan grande a una tan pequeña. Después de tiras y aflojas en reuniones con la empresa y con Pedro J. conseguimos colocarla, pero con la condición de que teníamos que ganar un centímetro a lo que teníamos. Decían que lo podían tolerar, pero que querían un centímetro más de cabecera como fuera. Les intentamos engañar haciendo las bandas más gordas, pero no coló y tuvimos que comprar otra letra –otra versión de la Giza– más estrechada para capear el temporal y al final salió. Luego comenzamos a cambiar alternativamente los colores de forma evidente. Empezamos con ilustraciones de calidad, pensadas, pero la verdades que al final todo sale sobre la marcha y se improvisa mucho. Por otro lado, mientras que la parte superior de la portada y lo que iba a ser el contenido gráfico de dentro lo teníamos superclaro, la tipografía de los titulares y de las diferentes manchetas de los temas interiores no lo teníamos nada claro. En el desarrollo del interior casi todo se había hecho con el tipo de letra Cloister Old Style, que es texto base de la revista Rolling Stone y lo habíamos decidido usar también para titulares interiores. Manteníamos también la Giza en la parte inferior de la portada, donde vienen las diferentes manchetas de entrevista, ciudad en danza, etc.; que es la misma de la cabecera pero con el tipo original sin estrechar. En principio, la idea era arrancar el tema de cine con una gran cabecera que ocupaba toda la página, haciendo el mismo juego que estábamos haciendo con la mancheta: la Giza ya estrechada y con una gran sombra incluso haciendo transparencias con alguna de las palabras, con algunas de las letras. Esto lo hacía bastante efectista y se trabajaba en Illustrator para luego pasarlo a Photoshop, donde, mediante una serie de filtros, quedaba estupendo. Nuestra idea era esa y la empresa tuvo una idea todavía mucho mejor: nide coña nos iba a dar una página entera sólo para meter la portada de cine todas las semanas así. Con lo cual tuvimos que reducir el tamaño y la portadilla que se quedó incluía la primera crítica puntuada por estrellitas de lo que era la cabecera de cine. Y volvíamos a meter la cabecera en pequeñito en lo que era el ránking de la semana por los críticos de diferentes medios. La cabecera en este caso es la que da la razón de ser a toda la zona de cine. En el número dos de Metrópoli parece que nos empezamos a sentar un poco en la tipografía, decidimos que funcionaban mucho mejor las bandas negras que no las bandas de color y aunque al principio tuvimos dudas con respecto al color negro dentro de la cabecera porque se fundía con las bandas, nos convenció. En realidad nos convenció un compañero, Ricardo Martínez, subdirector del periódico encargado del área de ilustración, diciendo que funcionaba como un logo en sí, que no era tan importante leer Metrópoli sino que tenía que funcionar como un icono, no como un titular que se leyera. Bueno, al final le hicimos caso, afortunadamente, y decidimos considerar el negro como estándar de color para casi todas las portadas que no tuviéramos claro cualquier otro color alternativo.
Incorporamos además lo que luego ha sido también repetitivo en otras portadas, que es el rataplán agrupado, donde también cambian los colores de las líneas o bien de los temas, cuando los temas tuvieran dos líneas. Lo que no teníamos tan claro ya era el tema del titular de la portada, el titular gordo para el que seguíamos jugando con la Cloister Old Style en diferentes niveles de tamaño. Lo malo es que ideamos un diseño interior que repetía los colores de las cabeceras de portada y, si tenemos en cuenta que la portada es casi de lo último que se hace en la revista, era muy complicado dar al diseñador de la revista los colores que tenía luego que meter en las cabeceras de las secciones; con lo cual muchas veces no conseguimos dar el mismo tono o incluso el mismo color dentro y fuera. Esto genera cantidad ingente de trabajo, porque el interior de la revista tiene del orden de catorce o quince cabeceras diferentes que hay que hacer primero en Illustrator y luego trabajarlas en Photoshop. A pesar de todo, me gustaría decir que Metrópoli tiene una ventaja con respecto a los demás suplementos: que es un producto que nadie le hace caso; es decir, dentro de la empresa es un producto de segunda, eso es evidente; es un producto que se distribuye sólo en Madrid, es un producto que no genera grandes costes de producción, es barato y, evidentemente, sería mucho peor si Metrópoli vendiera dos millones de ejemplares y se distribuyera en toda España y tuviera importancia capital en las cuentas de resultados del periódico.
Todo el capítulo 4, de Rodrigo Sánchez, que se llama El diseño en la guerra de los dominicales de prensa lo podés leer acá.