El Negro Fontanarrosa todavía me hace cagar de la risa
“De mí se dirá posiblemente que soy un escritor cómico, a lo sumo. Y será cierto. No me interesa demasiado la definición que se haga de mí. No aspiro al Nobel de Literatura. Yo me doy por muy bien pagado cuando alguien se me acerca y me dice: me cagué de risa con tu libro.”
(Por El Norbi) El tipo que está en la foto de arriba es el Negro Fontanarrosa. Para los que no lo conocen, él es artista-periodista-ilustrador-caricaturista-escritor e hincha de Rosario Central de Argentina, nacido en la ciudad mágica de Rosario, la misma de Olmedo y de las mujeres más lindas del ispa.
Entonces, Fontanarrosa nace un domingo, quiero suponer de fútbol, a fines del 44. Su autobiografía dice que “el parto habría sido normal, si no fuera por el detalle de que el bebé era negro y canalla”.
A los diez años, descubre a su único amor, la pelota (el balón), cuando va a la cancha de fútbol, por primera vez, para ver a su Rosario Central contra Tigre. Su autobiografía continúa con una acotación: “Si hubiera que ponerle la música de fondo a mi vida, sería la transmisión de los partidos de fútbol”.
A los trece, después de terminar la escuela primaria, su vida se debate entre la escuela industrial que le recomienda su padre y el aprendizaje decidido del inglés que insiste la madre. Pero Roberto decide: un curso de dibujo por correspondencia.
Cuando el que escribe estas líneas está naciendo, el otro piensa dejar el secundario, después de repetir tercer año. En su autobiografía, Roberto sostiene que sólo conserva un único recuerdo agradable de esa época: los miércoles, al mediodía, se compraba la revista de Héctor Germán Oesterheld, Hora Cero.
Con 24 años, Fontanarrosa publica su primer chiste: un policía muestra su bastón manchado de rojo-sangre y dice “no hay ninguna duda, eran comunistas”.
Con la revista Boom, Rosario Central campeón (por primera vez), revista Tinta, “Boggie, el aceitoso” y la revista cordobesa Hortensia, llegamos a 1972, y Fontanarrosa afina el trazo con Inodoro Pereyra.
Ese año, ya con 28 encima, nace la revista Satiricón y se publica su primer libro.
Pero 1973 será mejor. La nueva contratapa del diario Clarín deja de lado las historietas extranjeras y convoca a Caloi, Viuti, Tabaré, Altuna, Dobal, Ian, Rivero, Crist y -por supuesto- Fontanarrosa. En ese momento, Clarín logra algo único en las teorías sobre la lectura de los diarios: muchos lectores, como yo, empezamos a leer el diario por la parte de atrás.
Desde ese año, el Negro Fontanarrosa se instala definitivamente en las páginas del diario y suma, a partir de 1976, a Inodoro Pereyra, el renegáu, a la revista dominical del matutino, Viva.
En esa misma revista, pero 31 años después, el genio de Rosario se despedía del dibujo. Una enfermedad terrible se estaba divirtiendo con su cuerpo y ya no podía dejarlo dibujar como antes.
Hace tiempo que quiero invitarlo a las Jornadas Universitarias que hacemos en la Universidad de Palermo. Hace tiempo que trato de leer sus libros de nuevo. Hace tiempo que quiero divertirme con Inodoro Pereyra, Mendieta y la Eulogia. Pero no puedo. Hoy me cansé de no poder y decidí tratar de escribir algo sobre el Negro (el segundo Negro, ya que el primero todavía me ilumina desde el piso de arriba, Alberto Olmedo).
Porque yo también me cagué de la risa con Fontanarrosa.