Helvética en el MoMA
(Por Patricio López) “¿A quién le interesaría visitar una pequeña exhibición sobre una tipografía?” me preguntó una amiga cuando le conté de mi peregrinaje a Fifty years of Helvetica, un nichito que tiene el Museo de Arte Moderno de Nueva York para celebrar el medio siglo del tipo. “Bueno, a mí por supuesto” le contesté, “pero quizás la pregunta es ¿por qué a alguien le interesaría montar una exhibición sobre una tipografía?”. ¿Quién celebra el aniversario de una herramienta? Nadie por decir algo, festeja el cincuenta aniversario de la invención del dril neumático y su vasto impacto sobre nuestra existencia. El MoMA no va a crear una exposición sobre “las maravillas del velcro”, aún y a pesar de que la civilización occidental no sería la misma sin él.
Entonces ¿Por qué Helvética? ¿Por qué ahora?
Estoy forzando la analogía lo se. Pero la realidad es que para la gente que no es especialista (u obsesiva compulsiva de estas cosas), la idea siquiera de que una tipografía se diseña y que tiene un uso más allá de lo prosaico, más allá de ser solo “una herramienta”, es inexistente. Porque la cualidad congénita en los tipos, es una doble existencia como seres que en un primer plano representan conceptos, y en un segundo ilustraciones abstractas. No olvidemos que nuestro alfabeto, no es sino la deformación de dibujos de animales, hecha al servicio del comercio y el registro de la historia.
Una exposición sobre una tipografía, en un museo como el MoMA, es una valoración de esta segunda función. Del signo como arte, mas allá de su significado. Montar una exposición sobre una tipografía, es desenmascarar este secreto.
Quizás este sea parte del atractivo de la tipografía, para nosotros que disfrutamos hacer notar su existencia. Son un arte casi de incógnito; como esas ilusiones ópticas que al mismo tiempo revelan una pareja que se besa, y una copa. Un secreto siempre-presente en la palabra impresa.
Acercarse a los tipos de hierro originales es estar cerca de un relicario religioso. La fuente de la fuerza "mística" que permite que la idea “trueno” pueda cobrar vida en la palabra “trueno”. La caja negra que transmuta alquímicamente los impulsos electromagnéticos de nuestro cerebro en un diálogo físico evidente para todos.
¿Para qué visitar el cementerio Peré Lachaise en busca de la tumba de Marcel Proust ¿Por qué celebrar Bloomsday, el día ficticio del Ulises de James Joyce? ¿Para qué comprar una primera edición? ¿Por qué ponerle un altar a Helvética? Porque como seres sensuales que sentimos calor y frío, nos es indispensable tocar, degustar, oler y mirar. Porque la palabra manifestada de una forma física nos tranquiliza con la realidad de que no somos esquizofrénicos. Que lo que sentimos y pensamos, otros entienden.
Hacer presente el nebuloso mecanismo de nuestra conciencia es asegurarnos que no somo los habitantes de un macabro sueño de Borges.
Helvética durante cincuenta años ha logrado transmutar las ideas en manifestaciones físicas de una forma tan completa que nuestra vida, en todos los sentidos, se ve sumergida secretamente en ella. Mirar su uso en tan diversos contextos en una exposición, es una forma de comprobar que el símbolo continua siendo válido y vital, aún y después de cinco décadas. El tipo de manifestación creativa perfectamente bien ingeniada, que bien merece su lugar en un museo de arte moderno.
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