Exclusivo: A 20 años del disco El Amor Después del Amor
Se cumplen 20 años de un disco emblemático del rock argentino. Es que la placa del músico Fito Paéz, El Amor Después del Amor, se ha convertido en un clásico moderno no sólo por su factura musical, sino por su estética en la presentación del mismo.
Hace 20 años, El Norbi tenía una sección especializada en tipografía, creatividad publicitaria y demás cuestiones visuales, en el diario Página 12 de Buenos Aires. Ese fue el antecedente en papel de este blog.
La primera nota que él escribió en esa sección (que se llamaba Diseño) fue al responsable del arte de tapa del disco de Paéz, el diseñador argentino Sergio Pérez Fernández, y se publicó el martes 6 de octubre de 1992.
Hoy, cuando Paéz inicia una gira latina para volver a presentar el disco, queremos recordar esa nota que le hicimos a Pérez Fernández, cuando El Norbi no era El Norbi sino Norberto Baruch Bertocchi.
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Religión electrónica
La Santa Inquisición del Diseño quiere condenar a la hoguera a los seguidores de las computadoras. Un experto opina que las tipografías en la máquina no son brujería.
A veces resulta difícil definir qué es el diseño gráfico como cuál es el status profesional de sus cultores. Pero que nadie imagine que los diseñadores se han sentado en su tablero a esperar la definición correcta. Existen tantas como la mismísima variedad de lápices que se puede conseguir en el mercado. Tal vez la más abarcadora sea la ofrecida por la Presidente de la Asociación de Diseñadores Gráficos. "Un diseñador es una persona que tiene una especie de religión, que es el Diseño. Y el Diseño es dónde vivís y cómo vivís", sostiene Angela Vasallo. Esta es una megadefinición acerca de un punto de conflicto que, hoy por hoy, todavía no ha sido resuelto.
Si el Diseño está ahí, tan adentro, y tan propio como un acto de profunda espiritualidad, es comprensible que ciertos artilugios telemáticos sean, en principio, resistidos. El diseño no se salva de los embates de la ideología de la posmodernidad: el computacionismo. Los "ordenadores" se han clavado con su aguijón, en forma de mouse en los tableros, y la discusión es un hecho. Mientras que la revista especializada Tipográfica editorializaba sobre el avance del "lápiz electrónico", uno de los profesionales del diseño se convierte en el primer pastor de la iglesia electrónica. "Cuando uno tiene detrás veinte años de tablero, los prejuicios del diseñador aumentan en progresión geométrica ante la computadora", se confiesa Sergio Pérez Fernández, autor de las dos últimas tapas del rosarino Fito Paéz.
Dejando de lado el lugar común de ser hijo de un famoso plástico rioplatense, Pérez Fernández es conocido como un ferviente defensor de las máquinas aplicadas al arte, que no tiene ningún empacho en comunicar la buena nueva de la fe electrónica. "Me costó mucho incorporar la computación a mi vida. Lo hice hace poco y para mi fue un shock; tuve un período de tres meses, que todos pasamos, donde uno se cuestiona, se dice quién me mandó, se desespera porque no conoce los programas, y, para colmo de males, no tiene tiempo para los cursos". La inserción de la maquinaria ha creado una nueva profesión dentro del diseño: el operador. Pero para Sergio Pérez Fernández no es lo mismo, y sin querer mete el mouse en la llaga. Es común dentro del debate sobre la inclusión de la computadora que los que están en contra traten de relativizar semejante tecnología, ya que sostienen, es sólo una herramienta, y nada tiene que ver con la creatividad. Y Pérez Fernández, como representante de la nueva religión electrónica, levanta el guante y arremete contra esta argumentación. "Desde que empecé a usar la máquina cambió mi vida, y cambió mi diseño. O sea que una de las cosas más importantes que ha ocurrido en el mundo del diseño desde la aparición de estas computadoras, y que no todos se dan cuenta, es que no solamente cambió la parte estructural dentro del sistema del diseño, sino que cambió la estética". Ni el monje franciscano Guglielmo da Baskerville se hubiese imaginado semejante discusión en el seno de la iglesia posmoderna. Pero el paralelismo con lo sucedido en la abadía domninica hace presumir la presencia del diablo que ha metido la cola (o un cable). Y para que no queden dudas de semejante burla, aquí también existe un libro maldito que nadie quiere leer.
El formato es distinto al de la Poética de Aristóteles, ya que no tiene tapas, y sus hojas son luces en una pantalla. Porque la tipografía no deja de ser un destello en el monitor de un diseñador, y eso no está del todo bien, afirman algunos. Sergio Pérez Fernández respeta esa manera de pensar, pero no cree que la expansión y la condensación de las tipografías dentrode la máquina sean artilugios del demonio. "Para mí, en la tipografía, como en cualquier otro elemento gráfico, lo importante es cómo se lo utiliza. Si el resultado es un todo armónico, no importa qué hiciste para lograrlo".
Por eso, cuando tuvo que decidir, junto a Fito Paéz, la tipografía para su última obra (El Amor Después del Amor) no tuvo empacho en utilizar la creada por Giambattista Bodoni, en 1763.