Mongolia conoce muy bien a Cavallo
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En abril de este año, escrbíamos un post fuerte con respecto a la realidad española. Fuerte, porque a medida que lo íbamos escribiendo pensábamos si podíamos hacer un paralelismo entre la realidad española y nuestra realidad pasada. "Cuando uno lo escucha, se sorprende. A pesar de la distancia, uno que es sudaca y vivió una historia parecida, no puede entender que la solución sea un ajuste que deje en la calle a más de la mitad de los jóvenes españoles (el 50,5%). Pero el Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que acaba de cumplir sus primeros 100 días gobernando, no termina de sorprender con sus declaraciones. "Hemos tratado de ser justos a la hora de repartir los esfuerzos", han titulado los diarios españoles más grandes hoy, como resumen de la presentación que hizo Rajoy ante el Comité Ejecutivo Nacional del PP, su partido".
Como somos periodistas nos pusimos a opinar sobre el papel de los medios escritos de allá. "La situación de la prensa escrita en España se está pareciendo mucho a lo que pasaba en Buenos Aires durante la dictadura militar, como te mostramos el 24 de marzo". Estos diarios justificaban lo injustificable en lugar de denunciar lo que pasaba.
"La censura en los medios de comunicación españoles suele ser en la mayoría de los casos autocensura. En nuestro país, cuando un medio decide no tratar determinados temas lo más normal es que esa decisión responda a que intereses económicos de los grupos empresariales aconsejan no tocar determinados temas". El que hablaba en ese momento era el periodista español Eduardo Bravo, uno de los responsables de la nueva revista Mongolia. Esta publicación, que fue presentada en sociedad en abril pasado, reconoce como influencias El Jueves, nuestra Barcelona, y la chilena The Clinic. Por eso, en aquel momento te presentamos la revista Mongolia, a través de un reportaje exclusivo de Visualmente.
Hoy, gracias a Julia Izumi, editora de Política del diario Tiempo Argentino, nos enteramos que Mongolia publica un artículo dónde compara a Luis de Guindos con Domingo Cavallo, que merece una lectura obligada no sólo de los lectores, sino también de varios periodistas que siguen sin decir la verdad.