Último momento: Estuvimos con Molotov
(Miky se pone la playera, mientras que Randy se la cuelga al hombro sin largar su copa. Paco y Tito muestran su retrato pixelado, levantando la playera como bandera)
Ayer, minutos pasados de las 21.20, la banda mexicana Molotov volvía subir a un escenario en Buenos Aires. Era en el emblemático estadio cubierto del Luna Park.
Con mucha expectativa llegamos al lugar, mis hijos mellizos y yo. Es que íbamos a ver una banda que nos gusta a los tres. No desde ahora, ni desde su disco en vivo en tierras rusas. Ni desde su "Frijolero".
Es que ellos escuchan Molotov desde que nacieron, hace 16 años. De hecho se sabían la letra completa del "Payaso Plin Plin" como la de "Gimme tha Power". Intercalaban con una facilidad atroz las estrofas que recordaban el incidente de la nariz que se había pinchada el pobre payaso y sus consecuencias, con un "Viva México, cabrones!", sin conocer demasiado de geografías ni de palabrotas latinas. Y les gustaba. Era parte de una ceremonia laica donde el papá se juntaba con sus hijos mellizos de 4 años a escuchar a estos mexicanos que rockeaban en spanglish, espanglés o algo así.
El hermano mayor, de 7 años, también se sumaba a la tertulia musical, aunque creo que era más por los insultos que por la letra comprometida.
Era una oportunidad única, ésta que nos ofrecía la programación veraniega del mega estadio porteño, para ponerle un moño a una relación que a veces se complica, con los nuevos adolescentes hiperconectados. No lo pensé demasiado y me propuse lograr lo que logré ayer después del show. Quería que ellos, Ro y Cat, de 16 años, llegaran a estar con los que habían hecho sus primeras canciones. Esas que ellos escuchaban antes de acostarse, como si fuera una extraña canción de cuna, un poco más fuerte y pesada (tocan con dos bajos).
Porque ayer, después de disfrutar una hora y algo (casi dos) de su poderosa música, ellos se encontraban con Ismael Fuentes de Garay (Tito), Miguel Ángel Huidobro Preciado (Miky), Juan Francisco Ayala Gonzalez (Paco) y Randy Ebright (Gringo Loco), en un improvisado VIP, lleno de la energía que duraba minutos después del último acorde. Fue una fiesta, la de ellos, que se mezclaba en abrazos, los más efusivos, y manos que chocaban con coreografías suaves, los más tímidos.
Esa noche, Rodrigo y Catalina se olvidaban del Plin Plin y creían un poco más en que juntos podemos jalar más parejo (antes de estar siguiendo a una bola de pendejos).
Gracias a Juan, a Julio, a Miky, a Randy, a Paco y a Tito, por la buena vibra.