El tema de la carne está volviendo locos a los argentinos. Los valores se resisten a bajar y desde el gobierno -preocupados porque la ponderación de las preciadas partes de nuestras vaquitas es tan alta en el Índice de Precios al Consumidor que los índices de inflación se les pueden ir a las nubes- arremeten contra ganaderos, consignatarios de hacienda, faenadores y carniceros para que hagan magia con los números y todos podamos disfrutar de un asadito como Dios manda, sin que nos importe el colesterol o la distorsión de precios relativos que va a resultar de todo este despelote.
Pero sin meternos a discutir de economía o política, que no es nuestro métier, podemos constatar que la abstinencia de carne vacuna a precios razonables puede provocar estragos. Debe ser por eso que Clarín titular ayer que hay “Dudas en el arranque del nuevo régimen de precios para la carne”. En su copete aclara que “ni las carnicerías ni los súper ofrecían todavía los valores oficiales” y acompaña con una infografía que muestra muestra los precios sugeridos por el gobierno para cada corte.
Las dudas nos asaltan, a nosotros, lectores, cuando vamos a la fotografía, en la que a pesar de que el epígrafe dice que los precios no bajaron vemos que para muchos de los cortes los precios están por debajo de los que señala la infografía. (Salvo que los precios que lista la carnicería sean para los cortes de vaca y no de ternera, novillito, novillo, etcétera, única forma de que estén más altos que los indicados por el gobierno. Esto podría ser, pero es poco probable, dado los gustos de los consumidores locales. Sin embargo, démosle el beneficio de la duda, lo que no quita que la combinación entre imagen, texto e infografía sea entonces poco feliz debido a las aparentes incongruencias.)
El Norbi decía el domingo, cuando analizaba el nuevo diseño de la Deportiva de La Nación, que “desde VisualMente pretendemos que se resuelva con prontitud esa desconexión entre el texto y lo visual que hoy padecen los diarios”. Nada más necesario. Pero vale la pena recordar que esa desconexión a resolver no sólo tiene que ver con cuestiones estéticas o con la necesidad de acercarse a los nuevos lectores con medios que apelen a su inteligencia. También tiene que ver con los contenidos. Y, lo más importante, con pensar a la información como un todo integral: no es texto, ni imagen, ni infografía, ni elementos multimedia. Es todo junto. Al mismo tiempo.
Porque si no pasan cosas como ésta, que confunden al lector y restan credibilidad al medio.