(Terminó la mañana. Dani Yako y Silvia Fesquet nos dejaron sin palabras. Literalmente. Poco queda para agregar sobre el dolor. Una imagen de Cromañón hecha por Fernando de la Orden de fondo y el auditorio vacío)
La foto de Fernando fue hecha el jueves 6-1 frente a la discoteca.
Todos los que participamos en este proyecto lo hicimos bajo un fuerte impacto emocional. Creo que el suplemento lo refleja, aunque es dificil de digerir.
Pocas formas, sin embargo, son tan certeras, tan despiadadamente efectivas para dar idea de esa magnitud como las de asomarse y mostrar, detrás de los números y las estadísticas, las historias de vida que ese desastre tronchó para siempre.
Elegimos hacer esto en Clarín, bajo la forma de un suplemento especial, un material con un registro distinto al de la completísima cobertura que el diario hizo desde un principio. Era esa otra manera de testimoniar el espanto. Con las fotos, que ilustraban las historias de las víctimas, lo que elegimos fue retratar la ausencia: las palabras cuentan quién y cómo era, qué soñaba, con quién amaba. Las imágenes muestran, con una sobriedad que lacera, el vacío, el hueco, el dolor. Ese dolor tan inconmensurable que no hay voz que alcance a pronunciar .
La imagen de tapa tenía que ser un símbolo, algo que reflejara y resumiera, de algún modo, todas esas historias rotas . Revisamos muchas fotos y mandamos a cubrir, especialmente, el santuario improvisado a las puertas de Cromañón. En la imagen seleccionada finalmente, de Fernando de la Orden, un par de zapatillas –como las que usan miles y miles de chicos- tiznadas, sin dueño, cuelgan por encima de las velas encendidas, las flores y los mensajes, en esa suerte de altar armado en el lugar de la tragedia.
La foto, esa excelente foto, ese excelente ejemplo de fotoperiodismo, es, así, una síntesis. Una imagen que no necesita de palabras. Esas zapatillas anónimas, tan iguales a tantas y tantas otras, allí suspendidas, evocan los cientos de muertes tempranas,las historias sin futuro, las preguntas sin respuesta, y un dolor que no cesa.
Además de ese dolor, intentamos reflejar también en el suplemento cualidades humanas que aparecen, aun en situaciones límite, como la solidaridad, la abnegación, la gratitud y las verdaderas acciones de heroísmo de quienes, habiéndose salvado, arriesgaron sus vidas para evitar que otros murieran.
Redactores y fotógrafos trabajaron incansablemente, codo a codo, para cubrir, en palabras y en imágenes, la dimensión humana de esta tragedia.Un diseño sobrio y despojado puso en páginas el resultado de esa labor. De ese esfuerzo conjunto nació este suplemento y la emoción a flor de piel que todavía nos acompaña.
Era extraño ver a los editores callados, muy metidos en sus textos, transcribiendo las historias. Comentando detalles increíbles sobre las mismas...
Y sobre todo era muy difícil impedir que se te pusiera la piel de gallina al leer las primeras pruebas de páginas.
Con respecto a la contra, debo ser honesto y decir que no encontraba muchas posibilidades para resolverla, debido a que era la página más delicada de todo el suplemento (contenía nada menos que los nombres de los fallecidos). Uno de los editores del suplemento me pasó un mail con todos los nombres. El siguiente paso fue ponerlos en página, y fue ahí donde me dí cuenta de lo impactante que era ver esa cantidad de nombres.
Pensé que esa debía ser la sensación primaria que todos iban a sentir. Sin misceláneas, sin agregados, sólo un pequeño crespón negro en carácter de respeto.