(Estaba de vacaciones en el campo y aparecieron en medio de la madrugada, montados en un viejo Mercedes Benz. Querían mostrarme su libro, querían mi opinión, querían mi reconocimiento. Pero mi comportamiento se pareció al típico de un argentino: prometí y no cumplí. Hoy, cumplo)
(Por Goster) La Grabadora es un proyecto de arte desarrollado en tres medios que se complementan (pero que también pueden tener sentido independientemente): diseño gráfico, música y literatura. El soporte final es un libro cuyo acabado luce las dimensiones exactas de las cajas de los viejos discos de vinilo, e incluye un CD con música concebida y realizada especialmente para el proyecto.
La Grabadora nace como un homenaje al arte de tapas de los discos de rock, y, desde de ahí, se inserta en el marco del arte contemporáneo. El libro funciona como el equivalente de una película documental, salvo por dos características: 1) La historia que La Grabadora cuenta es absolutamente ficticia, y 2) La historia de La Grabadora es relatada a partir de textos –de ficción– que echan mano de diversos géneros periodísticos (crónica, entrevista, reseña, columna de opinión, etc.), y que acompañan a las imágenes (carátulas de discos, afiches, collages y bocetos) y al CD.
La anécdota que el proyecto relata es sencilla: es el año 1975 y un productor musical peruano, director de un sello discográfico llamado La Grabadora, deja inconclusas las propuestas de un grupo de bandas de rock y desaparece en algún lugar de Nueva York. Pero no se va solo. Se lleva consigo un maletín que contiene el inédito legado de dichas bandas: la música, el arte de tapas, los afiches de los conciertos, algunas fotos, letras de canciones, etcétera. 25 años después, luego de un largo y extraño proceso de investigación, un periodista estadounidense encuentra el maletín y empieza a divulgar la obra del sello.
Bajo esas premisas básicas, el libro dispone entonces una mirada crítica sobre una serie de procesos. Por ejemplo: Las pretensiones de la historia en un país en el que la memoria es volátil o insustancial; las relaciones ambiguas y cargadas de lugares comunes (o de absurdos) entre los centros hegemónicos de producción cultural y las periferias; los mecanismos de la crítica musical y, con ello, de la crítica artística y cultural en un sentido más amplio, entre otras cosas.
La Grabadora, además, es una instalación que se exhibió hasta abril en el Museo de Arte de Lima como parte de "Tránsito de imágenes (puntos de fuga hacia el arte último)", exposición curada por el crítico Jorge Villacorta y que propone una mirada del arte peruano de los últimos 50 años y sus vínculos con los medios audiovisuales. La pieza de La Grabadora que se exhibe en el museo consta de dos o tres ejemplares del libro, una pila de afiches que los visitantes pueden llevarse a casa, y un par de equipos de audio con audífonos en los que se puede escuchar la música del proyecto.
La Grabadora es un proyecto concebido y realizado por mí, José Antonio Mesones (diseñador gráfico, ganador de premios nacionales e internacionales de diseño, que ha realizado antes, junto a Pillado-Matheu, la exposición Caudillismo & Pedigrí), Diego Otero (periodista y poeta que cuenta con dos libros publicados) y Santiago Pillado-Matheu (músico que ha desarrollado diversos proyectos musicales y multimedia entre los que se encuentran Caudillismo & Pedigrí, El Hombre Misterioso y La Mente).