El principal problema que uno llega a detectar en éstas publicaciones, además de la carencia extrema de conceptos periodísticos, es la limitación que le aplican a la imaginación visual. Cuando uno era el responsable de las portadas de Vía Libre, no se notaban las limitaciones editoriales. La piel del editor Edgardo Ruffo absorvía los moretones y se cargaba el suple en los hombros. Más arriba hablamos de EP3. Es muy gracioso escribir que el máximo logro innovativo fuera el desarrollo web, porque con Ruffo ya veníamos trabajando en un proyecto muy parecido (que cambiara, entre otras cosas, la forma de "navegar" el suple en papel). Este tipo era uno de los periodistas que más sabía de diseño de la información y de la importancia extrema de lo visual. Trabajar con él era muy fuerte, ya que demostraba a cada rato el profundo respeto por el trabajo del otro y más, cuando el otro, era el encargado de resolver visualmente la primera plana de su suplemento. Pero las cosas fueron cambiando y él dejó de ser el editor de Vía Libre.
Las tipografías que utilizan las tres publicaciones que editan Clarín, La Nación y Página 12, no logran salir del encasillamiento típico del estilo editorial. Pero lo tipográfico debería ser tomado como un elemento más a la hora de moldear un mensaje periodístico visual. Debería llegarse al extremo de lograr el movimiento en lo impreso, de una tapa a la otra. El catalán Carlos Pérez de Rozas, subdirector del diario "La Vanguardia", encontraba necesaria nuestra forma de mover las piezas en la portada de Vía Libre, según fuera la temática. El logo, el título y la bajada formaban parte de ese caos creativo. Por ejemplo, la segunda portada que aparecía en Area-11 tenía tapado el logo y no tenía bajada. En otra oportunidad, y en ocasión de un reportaje a Liv Tyler, se trabajó con Carlos Guyot sobre una portada que no tendría ni título, ni bajada. La aprobación y el apoyo fue unánime. Por eso, amigos editores, no tengan miedo.