El jueves 30 de diciembre, a las 23, se incendiaba el boliche República Cromagnon, en Buenos Aires. Estaba actuando el grupo Callejeros, de fuerte predicamento entre los jóvenes. La larga agonía iba tirando muertos todos los días en las páginas de los diarios. Ochenta, cien, ciento veinte, ciento cincuenta, eran números que iban cambiando al costado de la página, en el ángulo superior, sin ánimo de parar. En el medio, alguna foto fuerte, impactante, reencuadrada por alguna declaración política de último momento.
Por cuestiones de cierre, los tres suplementos jóvenes de Clarín, Página/12 y La Nación, tuvieron que esperar una semana para decir algo.
Siempre los acontecimientos trágicos empujan a los medios a generar ediciones fuera de su rutina diaria. Pero éste 11-S de los jóvenes no tuvo el mismo acompañamiento que la prensa local le brindó al original neoyorquino.
Una semana fue la pausa que se tomaron Vía Libre, el No y el Sí, para acercarle un bálsamo a sus lectores-víctimas. Nada puede devolver la vida, pero la vida puede hacerse más llevadera, cuando, ante circunstancias feroces, uno se siente acompañado.