7.6.10

Exclusivo: Hablamos con Norberto Chaves

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(Foto: Alfredo Piedrahíta/El Telégrafo de Ecuador)
Imagen 11(Por Julián Chappa) ¿Cuántos Norberto Chaves existen?
Afortunadamente voy controlando mis inclinaciones esquizoides y comprendo que cada una de mis «personas» es parte inseparable de un todo. En mi dimensión social, puedo reconocer cuatro facetas básicas: la técnica (creo ser un buen profesional), la crítica (soy un apasionado analista de la realidad socio-cultural), la utópica (tengo unos ideales sociales que no han cambiado con la edad) y la poética (soy un fabulador, un soñador, e intento plasmarlo en mis textos y en mi vida cotidiana).
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¿De todos esos, cuál prevalece hoy en vos?
Por lo dicho anteriormente, creo que no prevalece ninguno o, si se quiere, las cuatro son manifestaciones de una misma personalidad.

¿Es verdad que inventaste tu profesión?
Eso dicen muchos. Creo que es sólo parcialmente cierto. Mucha gente hace algo de lo que yo hago. Mi servicio profesional básico está disperso entre asesores de márketing, directores de comunicación, diseñadores y publicitarios. No conozco colegas que hagan especializadamente dirección estratégica de identidad corporativa y marca. Y ello se debe a una coincidencia casual entre la demanda de servicios profesionales de la transición española y mi perfil un tanto atípico que mezclaba cultura proyectual con capacidad analítica en lo social. A ello me han ayudado mis «inclinaciones esquizoides»: todo buen asesor de identidad tiene que ser un pelín esquizofrénico.
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¿Cómo interpretás el hecho de tener mejor feeling con los jóvenes que con la gente de tu generación?
Perdoná que te corrija: feeling se dice, metafóricamente, «química» y conceptualmente «empatía». Elegí el que más te guste. Y conviene relativizar: con ciertas personas de mi generación carezco de empatía, pues han envejecido aferrados a unos dogmas obsoletos y se han «institucionalizado» en exceso, perdiendo singularidad e interés. Y, con ciertos jóvenes, me siento cómodo pues han crecido en un escenario en que las convicciones y valores que yo conquisté con gran esfuerzo para ellos son algo natural. Siento que me comprenden mejor, especialmente en los temas más vitales e íntimos.

¿Qué reto profesional te queda por cumplir?
Ninguno. Profesionalmente podría morirme mañana sin sentir que me quedan tareas pendientes. Nunca tuve objetivos en mi vida y, mucho menos, en lo profesional, Me he concentrado en disfrutar de la vida y hacer las cosas lo mejor posible. Y sigo en ello.

Entre 2008 y 2009 publicaste dos libros que no tienen que ver con tu profesión, uno de aforismos, otro de ensayo. ¿Cómo fue esa experiencia?
Fue una experiencia auténticamente nueva, marcada por la sensación de desbloqueo. Como un «salir del armario» en todos los campos a la vez.

Tu último libro aborda la homosexualidad, ¿porqué imaginada?
La homosexualidad no es un fenómeno real sino un constructo ideológico. Aquello que la sociedad ha inventado y bautizado con el nombre de homosexualidad tiene como referente real un conjunto infinito de prácticas heterogéneas, entre sí, dispersas, e indiferenciadas respecto de las «no-homosexuales». O sea mi libro trata de lo que la sociedad “se imagina” acerca de ese engendro que ella misma ha creado.
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Leyéndolo da toda la impresión de que ese libro se gestó en vos durante décadas, para finalmente parir una visión totalmente desprejuiciada, valiente, moderna. ¿Es realmente así?
Ese libro es —como lo digo en el prólogo— «la síntesis de toda una vida pensando la vida». Comencé a escribirlo, sin darme cuenta, hace cincuenta años, cuando comprendí que lo que a mí más me gustaban eran los hombres. Estoy convencido de haber logrado atravesar la cortina de fantasmas sociales que velan la realidad del deseo y haber conseguido poner esa experiencia por escrito.