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Esos saltos que las palabras daban en mi cabeza me llevaron a Buenos Aires, creo que un año después. Era octubre y ahora lo que saltaban eran las brasas que acunaban varios trozos de carne en una parrilla de la avenida Córdoba. El calor era heavy, pero Fernando terminó acostumbrándose. Fue en ese momento que otro salto en mi cabeza me llevó a un restaurant en el centro de Estepona con carne cruda que saltaba sobre unos ladrillos calientes. Creo que fue el año anterior o el otro.
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Siempre nuestros encuentros fueron entre una caña y un pedazo de carne, como suelen relacionarse los argentos, los sudacas. Pero no éramos amigos. O por lo menos eso creía yo. Ese último "estoy yendo a Buenos Aires" acompañado de un "por qué no nos juntamos y tomamos algo". O el anterior "que no nos quiten los sueños", de su tarjeta digital de fin de año (firmado junto a su Adriana).
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Y las palabras siguieron haciendo pogo en mi cabeza y me hicieron recordar un martes de octubre del 05. Eran las 11 de la mañana del 11 de octubre. A él lo presentamos primero, antes de los españoles y los mexicanos que nos acompañaban en esas Terceras Jornadas Universitarias sobre Diseño de información. Era el único que entendía nuestras palabras argentas que saltaban en nuestra cabeza a la hora de improvisar la presentación. Porque ese tipo había llevado el espíritu del comic y la historieta a la infografía. Había logrado meter la pata en la discusión, donde hasta ese momento se pensaba en infografía como algo más que diseño o algo más que periodismo. Él metió a Metal Hurlant.
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Tenía ganas de escribir algo sobre este hincha de River Plate llamado Fernando Rubio Anganuzzi, jefe de Infografía del diario español ABC. Supongo que es y será la única gallina que recordaré con cariño. (Creí que no iba a llorar)