25.12.09

Lo Mejor 2009: La voz del infógrafo


Imagen 10X Es bueno tratar de cambiar las cosas. Todavía trabajo en periódicos. Lo hago desde hace bastante y todavía me provoca algo. He pasado por varios diarios, como periodista, director de arte, ilustrador e infógrafo. Hoy me gusta definirme como un periodista visual.
Trabajo en Crítica, un diario nuevo, que recién acaba de cumplir un año en la calle.
Salir con un diario impreso en un momento donde los diarios están dejando de existir, parece un acto suicida. Pero somos varios los que creemos que vale la pena intentarlo.
Existen muchos diarios y, es evidente, que algunos van a dejar de existir. Las razones, a veces, no son muy claras, pero seguro algo tiene que ver el propio diario como elemento tangible. Hoy, el diario donde trabajo, me publica un artículo donde trato de aclarar un poco las razones por las cuales los diarios pueden dejar de existir.
(Esta es la columna completa) Es bueno tratar de cambiar las cosas. Todavía trabajo en periódicos. Lo hago desde hace bastante y todavía me provoca algo. He pasado por varios diarios, como periodista, director de arte, ilustrador e infógrafo. Hoy me gusta definirme como un periodista visual. ¿Qué es eso?, pregunta un editor que pasa por el lugar.

Quiero compartir un ejercicio mental cercano a lo lúdico. ¿Quién inventó las fiebres, barras y tortas? Los primeros gráficos de barras, los primeros diagramas de fiebres y los primeros gráficos de tortas, irrumpieron en un diario londinense, en 1786. Ya nadie puede negar la importancia que han tenido estas creaciones. Pero la invención no pertenece a un redactor.

Formulemos la pregunta: ¿Un periodista podría haber inventado una rayita cuya inclinación, hacia arriba o hacia abajo, estaría dada por el tono de los datos que debería explicar? ¿Puede un dibujante recibir y procesar una serie de datos caóticos y convertirlos en información? Ésta es la cuestión.

Por alguna razón, dentro de los diarios, sólo los redactores se han convertido en únicos depositarios de algo parecido a la verdad y, como elegidos de tal designio, son los únicos capaces de poder reconstruirla. Esto ya está bastante desvalorizado. En cierta forma los fotógrafos, los diseñadores, los ilustradores y los infógrafos han ayudado para que esto, el periódico, continúe siendo lo que es: un soporte impreso para acompañar a la publicidad. Por ejemplo, cuando la infografía asume un rol que consiste en ser un tapa-agujeros, ya que no hay una fotografía o una ilustración para la página. Esos tapadores de baches editoriales son los infógrafos, que se ven como simples pasadores de información, sin criterio propio, ni espíritu crítico y menos periodístico.

Pero también la fotografía puede ser cómplice de la dictadura del Word. Ella ha tenido mucho que ver en el autoritarismo de la palabra, con encuadres más parecidos al requerido por el carnet de club de barrio que a un reportaje fotográfico. Y no nos olvidemos de los ilustradores. La ilustración también tiene su parte en todo esto cuando los artistas se preocupan por caerle simpático al redactor para poder publicar una imagen tan linda como vacía. Así, nos encontramos con ilustraciones bonitas, ricas en colores y recargadas de estilos. Si a eso se le suma la irrupción de las computadoras en las redacciones, la escena es aterradora, con una lluvia de filtros de Photoshop y formas frías de Strata sin alma, donde la información vuelve a estar en el texto, como antes de las tortas de William Playfair. Muchos de esos periodistas visuales (infógrafos, fotógrafos e ilustradores) aceptaron que su mente sea deleteada por temor a perder una posibilidad de publicar. Pero su brillosa intervención superficial termina yendo en contra de su oficio de contar historias. Les interesa más seducir a sus lectores para que admiren sus bellas composiciones que a darles información.

Si a eso le sumamos el trabajo de los nuevos diseñadores del InDesign, que no leen lo que deben poner en la página, la mesa está servida para los que escriben.

Todos hemos dejado la responsabilidad de los diarios en manos de los periodistas. Si al mal periodismo escrito le sumamos la mala infografía, la pobre fotografía, la ilustración vacía y el diseño sin contenido, los diarios tienen sus días contados.