(Por Gustavo Flores) La Cooper Black entró en mi vida de diseño a través de la página 43 del catálogo de Letraset que compré a mediados de los ´80 cuando estudiaba en La Plata. Digo mi "vida de diseño" porque es casi seguro que haya estado presente antes, en muchísimos soportes y objetos desde mi infancia.Siempre fue una tipografía de referencia en esa época, quizas porque era fácilmente conseguible en los transferibles de los tres tamaños que se vendían. Más que nada en el Letraset Junior que se vendía en cualquier librería y todos teníamos a mano siempre, además porque era mucho mas barato que la plancha grande. Incluso era la elegida para identificar allí cada una de ellas en la serie que venían.
Este catálogo -que abonó por mucho tiempo mis fantasías tipográficas- traía tres versiones: Cooper Black, del cuerpo 84 al 18; Cooper Black Italic, en los mismos tamaños que la anterior y Cooper Black Outline, en cpos. 48, 42 y 36. Los tamaños más grandes venían en planchas separadas las mayúsculas de las minúsculas. Si necesitabas un tamaño intermedio ¡a rebuscarse con fotolitos o fotocopias!
Creo que gracias a que estaba disponible en Letraset fue que se hizo tan popular en todos lados. Se utilizaba mucho para títulos, logos y avisos publicitarios. Eran épocas de tinta china, pincel, témperas y Rotring.
Hoy miré en las tipografías que tengo instaladas y no está la querida Cooper Black, pero sí la tengo en mi tipoteca personal. Es una clásica y debe estar aunque no se la utilice.
Me gustan sus formas regordetas, su personalidad entre infantil y cachonda desprejuiciada. Creo que haría Cooper Black's de chocolate para alguna situación especial de agasajo. Es muy comestible tanto para el diseño como para el placer individual. Me gusta y siempre me gustó la Cooper Black.