Porque 80.000 torcedores solo empezaron a festejar su clasificación cuando el segundo tiempo estaba alcanzando los 48 minutos, estando en ventaja. Porque el mejor jugador de la cancha no tenía una camiseta de tres colores. Porque en todo momento el equipo que buscó el partido no hablaba portugués. Porque su Maracanazo se pareció más a otra cosa que terminaba igual (con azo, también).
Por esas razones, entre otras, gracias boquita, de corazón.