Primera: por romper con esas envidiables vacaciones en la campiña argentina, cosa nada fácil, ni saludable, ni recomendable, para inaugurar, y además con relumbrón, las colaboraciones de profesionales que tienen algo que decir en ese gran altavoz que ya es "En Caja Baja".
Segunda: por hacerlo defendiendo, una vez más, la importancia de la comunicación periodística como la principal razón de ser del diseño de prensa.
Tercera: por vaticinar y al mismo tiempo empecinarse en una apuesta personal para que los premios de diseño periodístico lleguen a ser un poderoso estímulo para llegar a consolidar la idea del punto dos: conducir a la expresión a partir de las imágenes (fotografía, ilustración, diseño, infografía...), a convertirse finalmente en vehículo del mensaje periodístico.
Partir del hecho estético y arrancarle de su singularidad -llámese belleza, impacto, atracción- para dotarle de contenido, esto es: sentido periodístico, es una de las mayores deudas, frecuentemente impagadas, que como profesionales tenemos para con nuestro trabajo.
Y ya que aspiramos a ser tratados, y reconocidos en las redacciones con la dignidad de informadores, a la que nuestro esfuerzo se ha hecho acreedor durante muchos años de romper moldes y perjuicios en los medios de comunicación, no renunciemos a la esencia de todo ello y seamos periodistas, en serio, seámoslo: ...’emisores por cuenta y orden propio y actores generadores del mensaje’...como bien acaba su artículo El Norbi.
Lo que sí me gustaría, a propósito de la voluntad de que ..."los concursos salven a los diarios"..., es aportar tres modestas bases reflexionables -entre muchas que entre todos podemos generar- que puedan ayudar a mi amigo Baruch y al cuerpo colegiado de siete miembros que tanto está trabajando sobre los requisitos y las categorias de las que ha de estar dotado ese nuevo concurso para Latinoamérica. Y lo digo como múltiple
participante en concursos y premios: perdedor, ganador, ausente, organizador y juez, que en todos los frentes me he movido en algún momento, para bien o para mal.
Una: igualdad de oportunidades para esa mayoría de profesionales que sufre para sobrevivir creando, y hacerlo con la mayor dignidad posible, en las redacciones más humildes con respecto a sus colegas de las redacciones más poderosas, con medios, con tiempo, con facilidades. Y me consta -por ejemplo la voluntad de Javier Errea, tanto en los Malofiej como en los ÑHO- que se han hecho ya muchos esfuerzos en ese sentido aplicando diferentes categorías, incluso de difusión, para participar en los premios.
Dos: colocar en su sitio a esa mayoría de diseños planificados por y para los concursos. No erradicarlos, son muy buenos, también merecen vivir, pero tampoco primarlos, como hasta ahora, en detrimento de las pequeñas producciones del día a día, con todos sus defectos y carencias y que son las más. ¡No es justo!
Tres: analizar para una misma información, quizás escogida al azar, para un mismo lapso de tiempo los diferentes reflejos y recursos con los que se han defendido los profesionales, y hacerlo con más detalle que hasta ahora.
Creo que encontrar fórmulas para responder a esas tres situaciones -y seguro que hay muchas más- puede ser un buen comienzo, para conseguir implementar los premios con calidad, experiencia y nuevas ideas para convertirlos en auténticas muestras que den el pulso de la realidad profesional y que inciten al diseñador a ser comunicador en la misma medida que artista. Y creo también que así, efectivamente, los concursos pueden
aportar un rol decisivo para que los términos diseño y periodismo se asocien de forma mucho más justa y real.
Hay muchísimo más que hablar sobre premios y concursos y pienso que sería muy saludable, a partir de las reflexiones del Norbi, abrir un gran debate, constructivo, sobre lo que piensa la profesión.