Sin palabras. Apenas alcanza con una foto, cuidadosamente elegida, para decir mucho. Y para manipular, al mismo tiempo, la realidad, el aquí y el ahora. Porque la Terri Schiavo que murió ayer no es la Terri Schiavo que se asoma sonriente, feliz, joven y llena de vida en muchas portadas. Es verdad que alguna vez lo fue. Pero, querámoslo o no, estemos a favor de su marido o del lado de sus padres y hermanos, no podemos dejar de notar que anunciar su muerte con una imagen de sus mejores tiempos es una decisión editorial que desencadena una serie de significados políticos.
¿Por qué vemos multiplicarse la agonía del Papa hasta el infinito y de Terri sólo nos ofrecen sus rostros más sonrientes? ¿Qué es lo que diferencia una muerte de otra? O, mejor dicho, ¿qué es lo que los que eligen unas y otras imágenes quieren que sintamos y opinemos respecto de una y otra muerte?